Antes de comenzar a revelaros nuevos aspectos de nuestro rincón dominical favorito, quería felicitaros el año nuevo y desearos una fantástica entrada en 2010. Como viene siendo habitual en estas fechas, los domingos se convierten en un día más de la semana para poder realizar nuestras compras y las tiendas del centro comercial La Trocha de Coín no iba a ser menos. Así, los habituales de su rastro ahora cuentan con un nuevo aliciente para visitar cada domingo este lugar tan especial. Pero, no todo iban a ser ventajas...Y es que el frenesí comercial que nos invade a todos en estas fechas ha llevado a aumentar el espacio dedicado a las tiendas del centro comercial, con la consiguiente reducción de aquel que habitualmente ha ocupado cada domingo el rastro.
En días fríos como el de ayer, era inevitable detenerse un ratito en el puesto de estufas para recibir el calor tan agradable que despiden entre otros una estufa de leña. Son estufas ecológicas que, curiosamente, se alimentan de huesos de aceituna machacados y de los palitos que se obtienen tras moler los ramones resultantes en la poda de olivos. Todo, verdaderamente, aprovechable. Es tal la sensación de bienestar que se experimenta al acercarse a él que ya es una parada obligatoria en mi ruta de cada domingo. Hasta el punto de que ya hemos contraído una relación casi de amistad con el propietario.
Hoy ha acaparado mi atención un juguete que podría haber formado parte de la infancia de cualquiera de nosotros. Se trata ni más ni menos que de un yo-yo, con el que no he dejado de practicar y viajar en el tiempo hacia mi más tierna niñez. No lo he podido resistir y he acabado comprándolo. Lo confieso. Si queréis, vosotros también tenéis esa oportunidad de volver a tiempos pasados que ocupan un lugar especial en nuestra memoria con tan sólo observar, oler o acariciar un objeto. Y lo tenéis casi al alcance de la mano. Tan sólo os separan unos pocos kilómetros. El destino está en La Trocha. No lo olvidéis. No obstante, yo os lo seguiré recordando.
En días fríos como el de ayer, era inevitable detenerse un ratito en el puesto de estufas para recibir el calor tan agradable que despiden entre otros una estufa de leña. Son estufas ecológicas que, curiosamente, se alimentan de huesos de aceituna machacados y de los palitos que se obtienen tras moler los ramones resultantes en la poda de olivos. Todo, verdaderamente, aprovechable. Es tal la sensación de bienestar que se experimenta al acercarse a él que ya es una parada obligatoria en mi ruta de cada domingo. Hasta el punto de que ya hemos contraído una relación casi de amistad con el propietario.
Hoy ha acaparado mi atención un juguete que podría haber formado parte de la infancia de cualquiera de nosotros. Se trata ni más ni menos que de un yo-yo, con el que no he dejado de practicar y viajar en el tiempo hacia mi más tierna niñez. No lo he podido resistir y he acabado comprándolo. Lo confieso. Si queréis, vosotros también tenéis esa oportunidad de volver a tiempos pasados que ocupan un lugar especial en nuestra memoria con tan sólo observar, oler o acariciar un objeto. Y lo tenéis casi al alcance de la mano. Tan sólo os separan unos pocos kilómetros. El destino está en La Trocha. No lo olvidéis. No obstante, yo os lo seguiré recordando.
Sencillamente genial. Lo relatas tan bonito, que es como si lo estuviera viendo.¡Qué gran periodista se pierden los periódicos!
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